Los Parachicos
Los Parachicos o Parachico son danzantes tradicionales de la Fiesta grande de Chiapa de Corzo, Chiapas que tiene lugar del 15 al 23 de enero de cada año. La fiesta tradicional, que se conforma de música, danza, artesanías, gastronomía, ceremonias religiosas y otras diversiones, forma parte de las festividades en honor de Nuestro Señor de Esquipulas, San Antonio de Abad y San Sebastián, siendo especialmente honrado este último. El 16 de febrero de 2009 fueron declarados como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO.
Parachicos son aquellos personajes que usan una máscara de madera, jorongo de colores y una sonaja ya sea de lamina o de morro, llamado chinchin, los cuales salen por las calles a bailar al son del tambor y el carrizo también llamado pito. Mientras salen a bailar por las calles, visitan diferentes casas e iglesias que tienen a los santos, a los que se les ofrece un tipo de ofrenda con el baile. Los parachicos se acercan a ellos para tocarlos, persignarse y agradecerles por lo que les ha dado.
Leyenda del Parachico
Esta fiesta data del siglo XVII, según La leyenda cuenta que un día una hermosa mujer buscaba cura para su hijo enfermo, pero después de haber visitado médicos y curanderos, no consiguió aliviarlo. Alguien le dijo que fuera a Chiapas donde seguramente encontraría la cura, entonces ella se trasladó con todo y servidumbre.
Y su hijo por fin se curó. Al darse cuenta de que el poblado era de gente humilde trató de recompensarlos repartiéndoles víveres. Mientras tanto los indígenas bailaban alrededor del niño —pintados y disfrazados—, para parecer blancos como su madre y el pequeño no se asustara. Cuando la señora —que supuestamente responde al nombre de Doña María de Angulo—, entregaba los regalos a los bailarines decía: “para el chico”, palabras que con el dialecto indígena se resumieron en “Parachico”.
La tradición oral también refiere a otra versión. Se cuenta que a mediados del siglo XVIII llegó a Chiapa de Corzo una señora española, procedente de Guatemala, quien tenía un hijo enfermo al que los médicos no habían podido curar. Había llegado a Chiapa de Corzo con su hijo y una gran cantidad de sirvientes porque quería consultar a un afamado curandero indígena y fue a visitarlo: “¡Abrid paso que va a pasar mi señora María de Angulo!”, gritaban los sirvientes de la señora. El curandero le recomendó a la rica española llevar a su hijo enfermo a las aguas curativas de Cumbujuyù y bañarlo durante nueve días. Hecho esto, el niño sanó y ella se retiró a Guatemala feliz.
En los años 1767 y 1768, una plaga de langostas destrozo las cosechas de Chiapa y la población sufrió hambruna y después d esta calamidad, se desató una epidemia que acabó con casi la mitad de su población. En plena miseria y abandono, llegaron a Chiapa de Corzo una recua de mula cargadas con grandes despensas: maíz, frijol, verduras y dinero. La gente no lo podía creer y escuchaban de nuevo aquella voz de los sirvientes: “¡Abran campo… abran campo, que mi ama doña María de Angulo va a pasar!”.
Los sirvientes repartían las despensas a las familias, y durante las tardes las sirvientas y sirvientes bailaban y danzaban para diversión de los niños. También les lanzaban dulces y advertían: “¡Recordad, caballeros hijosdalgo, que los presentes son para los chicos!” en recuerdo al hijo de María de Angulo. Así nació la tradición de los Parachicos. Cada año la ciudad festeja este acontecimiento, al representar a la señora María de Angulo, quien recorre la ciudad a bordo de un carro alegórico, arrojando moneditas pintadas de color oro, dulces, confetis y golosinas.